PATRIA CENIZAS
Cuatro aproximaciones al desarraigo
LAVAR A UN PADRE
El día que tu padre no puede valerse por sí mismo y tienes que lavarle, ese día, entiendes lo que es la patria. Un hombre que te ha dado tanto a cambio de nada y que un día ves ahí, sentado, pidiéndote perdón por no poder ni atarse los cordones. Un hombre que era una montaña, un hombre que sabía todas las respuestas, un hombre que ha madrugado para saciar tu hambre, un hombre con el que tampoco hablaste mucho, un hombre que te ha querido sin conocerte del todo, un hombre que vivió lo mejor que supo y que un día ves ahí, desconocido, humillado como un rey sin trono pidiéndote perdón, perdón por no poder valerse por sí mismo, perdón por estar de mierda hasta los pies, perdón porque eres el único que puedes lavarle. El día que lavas a tu padre entiendes lo que es la patria.
Y LE DIJO ADÁN A EVA
volvería a morder la manzana si tú me lo pidieras porque el Edén es un país triste si no estás tú, porque mi paraíso estará donde tú vayas, porque te quiero a ti, mi amiga. ¿Quién querría contentar a un dios pequeño pudiendo estar contigo? Volvería a morder la manzana si tú me lo pidieras, aunque la vida fuera vagar y vagar descalzos hasta el fin de la noche, aunque nos convirtamos en dos refugiados perseguidos por la sed y el hambre, aunque todos nuestros hijos sean los hijos del destierro, aunque vengamos de la ceniza y vayamos a la ceniza, seguiré amándote y seguiré amándote y seguiré amándote…
LA BABOSA
No conozco ningún animal fanático.
JUAN LUIS ARSUAGA
Desarraigada me llama el caracol
porque nunca vivió a la intemperie.
La nostalgia es un lujo
que no me puedo permitir.
Quienes cargan con su agujero a cuestas
ignoran que mi patria es todo el bosque.
Es el destino de los errabundos:
proclamar que el viaje consiste
en despojarse durante el camino.
El equipaje estorba cuando se va lejos.
NOTAS PARA UNA ESCENA
Estas palabras pueden ser una frontera o no. Este lugar puede ser una frontera o no. Ese barrio de ahí fuera puede ser una frontera o no. Hay barrios que pueden ser una barriada, un suburbio, un gueto, un barrio obrero, un barrio con encanto, un barrio céntrico. Hay barrios antes de la gentrificación y después de la gentrificación, barrios que son los mismos pero no son lo mismo, como en una serie cuando un personaje es sustituido por otro actor y todos fingen que no ha pasado nada. Hay barrios donde cuelgan zapatos de los tendidos eléctricos, zapatos suspendidos en el cielo como si fueran las notas de una partitura eléctrica, el camino adherido a la suela de esos zapatos viajando a la velocidad de la luz. Alguien llega a un barrio y cuelga sus zapatos en un cable para sentirse como en casa o para marcar su territorio o para continuar la moda que nosesabequien inició o para indicar que ahí se vende algo, más zapatos, por ejemplo. ¿A quiénes pertenecieron esos zapatos? ¿Cuáles son sus testimonios? ¿Qué fronteras cruzaron antes de ser colgados en un tendido eléctrico? ¿Podemos conocer a alguien metiéndonos en sus zapatos? (Pausa.) Yo he visto zapatos colgando en tendidos eléctricos en barrios de Madrid, Almería, Marsella y son siempre los mismos zapatos, las mismas marcas venidas de China. Hay turistas chinos que van a Marsella pensando que Marsella será una ciudad bonita y original, con sus barquitas, su puerto viejo, sus tiendas donde comprar jabón de Marsella fabricado en China. Pero cuando llegas a Marsella, Marsella te hace ¡BAM! Te hace ¡BAM AQUÍ Y AQUÍ! Marsella llega a ti, no llegas tú a Marsella. Marsella llega a tu vida, te pone el brazo sobre el hombro y te dice: «yo no soy racista, yo soy ordenada. Existen dos razas en el mundo, los que tienen dinero y los que no. Los sentimientos son para los que tienen dinero, los que no tienen dinero no tienen tiempo para los sentimientos, están en otra cosa. En cambio, los que tienen un ático en la Corniche pueden dejarse arrastrar por las pasiones y decir frases del tipo: el padre de mis hijos tiene un amante veinte años más joven que yo, voy a ir a llorar con una botella de Dom Perignon a mi ático de la Corniche. Necesito un año sabático para encontrarme. Y luego se van a países subdesarrollados del Mediterráneo a encontrarse, países donde enamorarse de la gente del país, gente que no tiene dinero, gente que después de alguna guerra no pudo refugiarse en Madrid, Almería o Marsella.» (Pausa. A un espectador.) ¿Te parece que generalizo? ¿O crees que sólo estoy exponiendo un hecho? (Esperando una respuesta.) Porque un hecho también puede ser una frontera. Marsella es un hecho y lo que para unos significará racismo para otros significará multiculturalidad. En Marsella lleva refugiándose gente 2.600 años. Desde que unos griegos fundaran Marsella hace 2.600 años no ha parado de venir gente. Si Madrid es el rompeolas de todas las españas, Marsella es el sumidero del Mediterráneo. Durante 2.600 años el puerto de Marsella ha pasado por la batidora lenguas, religiones, pieles, banderas, todos los despojos del Mediterráneo, todo lo que el Mediterráneo no ha querido, ha acabado en Marsella mezclándose con las ratas del puerto de Marsella. Ratas que te miran fijamente en la noche y te dicen: los franceses tienen una palabra para decir «fuera de tu país», los únicos que no han emigrado de Europa tienen una palabra para decir «me siento en un entorno que no es el mío habitual, estoy desubicado». Hay que ser un cabrón muy privilegiado para inventar esa palabra cuando nunca se ha emigrado. Han emigrado españoles, portugueses, italianos, irlandeses, polacos, griegos y hasta los alemanes, pero los franceses, que nunca han emigrado, tienen los santos cojones de inventarse la palabra dépaysé para decir «me siento fuera del país». Yo viví en Francia, viví en Francia unos años hasta que volví, hasta que des-emigré. Volví cuando entendí que seguiría siendo «el español» aunque pasará allí toda mi vida, aunque poblara de hijos el vientre de una francesa, aunque trabajara la tierra para merecer su fruto, aunque fuera enterrado bajo esa tierra, seguiría siendo «el español», el que está fuera de su país. Una noche, unos amigos franceses, porque En Francia también hay franceses maravillosos que quieren ser tus amigos, me invitaron a ver un concierto flamenco. Y ver un concierto flamenco en Francia cuando tus amigos franceses te llaman «el español» provoca una sensación rara, como cuando ves por la calle a alguien con tu misma ropa y piensas ¿me quedará a mí igual de mal? Y te sientes un extraño en ti mismo. Y en mitad del concierto tus amigos franceses, para disfrutarlo contigo, se atreven a hacer palmas y sientes vergüenza, vergüenza de cómo una música tan hermosa puede convertirse en un atrapa-turistas. Tus amigos franceses, a los que amas con locura, convirtiendo una música milenaria en paella, toros y sangría. Y entre cante y cante uno de los cantaores habla del origen del flamenco. Y tus amigos franceses, que sólo entienden paella, toros y sangría, te piden por favor que traduzcas lo que dice el cantaor flamenco. Y el cantaor flamenco dice: «la palabra flamenco viene del árabe felag mengu, que significa campesino huido, campesino sin tierra». (Pausa.) Ya no vivo en Francia, ahora vivo en un barrio bastardo de Madrid. Es bastardo porque no tiene nombre. Es bastardo porque se llama Cuatro Caminos cuando en realidad tiene seis, porque seis calles vienen a cruzarse en una misma rotonda. Vamos, que quien le puso nombre al barrio no se lo curró mucho. En cien años no ha parado de venir a Cuatro Caminos gente de otros sitios: andaluces, aragoneses, asturianos, chinos, peruanos, ecuatorianos, dominicanos. Un barrio que lleva cien años siendo habitado por gente que viene de otro sitio, caminos y caminos cruzándose en una rotonda. Llegan los andaluces, están un rato y dejan el sitio a los dominicanos. Un barrio bastardo mezclándose durante cien años. En Cuatro Caminos hay locutorios, bazares, fruterías chinas y peluquerías dominicanas. Siempre están llenas las peluquerías, deben tener mucho pelo que cortar los dominicanos. En la esquina de la calle Topete con Pantoja hay una frutería china llamada LIN. Vende la fruta más barata del barrio. La gente del barrio dice que el dueño planta la fruta en su casa, donde haya hueco, encima del water, por ejemplo. Hay vecinos del barrio que piensan que el chino de la frutería LIN planta fruta encima del water. (Pausa.) Porque vaya donde vaya habrá algún extranjero que desprecie a otro más extranjero. Porque vaya donde vaya habrá quien entienda una lengua como una frontera o no. Porque soy más lo que sueño que lo que tengo. Porque me define tanto de dónde vengo como hacia dónde voy.